Oceanos



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Al salir finalmente al mar, solo encontró una extensión oceánica completamente desierta, como si nunca hubiese pasado por ella las naves de los blancos.
Los altozanos de un promontorio próximo le impedian ver sus buques, y le era imposible ir mas allá de dicho obstáculo, que ocultaba parte del horizonte marítimo.
No podia caminar mas; sus piernas se doblaban, el suelo parecía tirar de él. Y necesitaba tenderse, buscó con instintiva precaución el refugio de aquel manglar, para que los salvajes no le sorprendieran durante el sueño.
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El Caballero de la VIrgen - Parte II - Cap. VI
Vicente Blasco Ibañez